ANA MOURA
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La vocalista portuguesa Ana Moura, cuya fascinante y emotiva interpretación
del cautivante fado de su tierra, la ha convertido en toda una estrella en
Europa, le trae ahora su suave y persuasiva magia al público estadounidense
con el lanzamiento de su primer álbum Guarda-me a vida na mao
(Guárdame la vida en tu mano).
Esta cantante de 25 años de edad se ha convertido ya en una de las máximas
exponentes de este lenguaje poético y profundamente expresivo, el cual personifica la
mentalidad portuguesa al mismo tiempo que explora temas tan universales como el
amor perdido, la separación y el anhelo. Tal como la misma Ana lo explica, “es muy
especial pues no se trata más que de emociones y sentimientos.
No necesita traducción”.
Ana nació en Santarem, la bulliciosa capital de la provincia de Ribatejo, la región central
de Portugal en las márgenes del río Tajo, al noreste de Lisboa. La ciudad de medio millón
de habitantes es también una de las ciudades con más historia en Portugal – un lugar ideal
para desarrollar un gusto por el fado. “He cantado fado desde que era pequeña, ya que
crecí escuchándolo en casa”, recuerda Ana de sus primeros años de vida. “Mis padres lo
cantaban bien, y en reuniones familiares cantábamos todos”.
Al igual que otros jóvenes de otras partes del mundo, ella pronto desarrolló también un
gusto por otros estilos musicales. Sin embargo, la tentación de cantar fado nunca se
desvaneció. Siendo una adolescente, cuando cantaba música pop y rock con una banda
local, Ana siempre incluía por lo menos un fado en cada una de sus presentaciones. Una
noche, hace como cinco años, a ella se le ocurrió ir con unos amigos a una de las casas de
fado de más tradición en Lisboa, estos pequeños lugares en donde cantantes, guitarristas y
aficionados se reúnen a celebrar este conmovedor estilo, el cual se ha convertido en la
principal exportación musical de Portugal.
A petición de sus acompañantes, ella cantó. “A la gente le gustó mucho”, cuenta Ana de
su primera incursión a la venerada bastión de la cultura del fado. Más tarde ese mismo
año, en una fiesta de navidad a la que asistieron muchos fadistas y guitarristas, ella cantó
de nuevo y, como lo dispuso el destino, la afamada cantante de fado Maria de Fe estaba
entre el público, quien quedó debidamente impresionada. “Ella me pidió que yo cantara
en su casa de fado”, cuenta Ana sobre está fortuita anécdota que marcó el inicio de su
carrera musical.
“Mi vida cambió cuando empecé a frecuentar las casas de fado”, afirma Ana hoy en día.
“Ahí no hay micrófono, es una experiencia muy íntima. Los nuevos intérpretes aprenden
las complejidades de esta música de la mano de los cantantes más veteranos, de más
experiencia”.
Al poco tiempo, la potente voz de contralto de Ana, su imponente aspecto y su innata
afinidad por este demandante género musical, le abrieron las puertas en programas
dedicados al fado en las televisoras locales y le trajeron entusiastas críticas en los
periódicos de Lisboa. El crítico de música Miguel Esteves Cardoso captó perfectamente
su esencia al describir “sus peculiares cualidades primitivas” y su “sensibilidad natural,
que fluye con facilidad sin ser premeditada”.
Ana ha surgido como una de las principales representantes del fado tradicional, al mismo
tiempo que el venerado género ha disfrutado de un nuevo auge de popularidad. La
relación profesional que la cantante tiene con el compositor, productor, arreglista y
guitarrista Jorge Fernando, quien trabajó con Amalia Rodrigues, la indiscutible reina del
fado que murió en 1999 a la edad de 79 años, le ha ayudado a Ana a estimular sus
desarrollos artísticos y la ha provisto de un repertorio musical fascinante. “Hoy”, nos
explica, “hay una nueva generación cuyas letras de sus canciones están relacionadas con
nuestro tiempo. Hay también algunas canciones antiguas de fado que nosotros, los
jóvenes cantantes, no podemos interpretar, ya que las letras son acerca de temas y épocas
con las cuales nosotros no nos identificamos. No lo sentimos propio y el fado es
básicamente sentimiento. Debemos sentir lo que cantamos, y hay muchos fados antiguos
que no pertenecen a nuestra generación. Los cantantes más jóvenes utilizan letras de
canciones que retratan la actualidad, por lo que los jóvenes se han vuelto a interesar por
esta música de nuevo”.
Al igual que el jazz y la música country en los Estados Unidos, el tango en Argentina y la
samba en Brasil, el fado surgió de la cultura de la clase trabajadora. Y, también al igual
que los ejemplos anteriores, a través de los años este género ha evolucionado desde sus
humildes orígenes para ganarse una amplia apreciación. Hoy en día, como Ana
orgullosamente proclama, “en Portugal, el fado es para todos”.
Al igual que prácticamente todos los aspirantes a fadista, Ana se ha inspirado del ejemplo
de Amalia Rodrigues, la venerada cantante quien mejor ha personificado este género.
“Era su alma y su voz”, comenta Ana sobre la singular huella que dejó la ya fallecida
cantante en la música. “Ella lo tenía todo. Algunos cantantes tienen una maravillosa voz
pero no tienen alma, no tienen intensidad. Algunos otros tienen sentimiento pero no una
voz adecuada. Ella tenía todo esto, y además era muy buena improvisando”.
La improvisación es una parte menospreciada de la tradición del fado. Una técnica que
Ana usa a su máximo efecto en la canción “Lavava no rio lavava” (“Fui al río a lavar”),
es la que los portugueses denominan “vocalisos”, que es la expresión de palabras y
efectos a través del uso de trinos vocales.
Se cree que esta práctica fue absorbida por el
continuo contacto con el flamenco español y los estilos moriscos a través de los siglos.
Una de las principales canciones del álbum de Ana resume de manera exquisita la
magnética atracción que el fado ha ejercido sobre ella. “Sou do fado, sou fadista” (“Soy
del fado, soy fadista”) composición de su mentor y colaborador principal, el guitarrista
Jorge Fernando, quien de manera elocuente explica la entrega total de Ana al género:
“Sé que mi alma se ha entregado, ha tomado mi voz en mano, la ha enredado en mi pecho
y se la ha mostrado al mundo. Y he cerrado mis ojos con un nostálgico anhelo de cantar,
de cantar. Y una voz me canta suavemente, y una voz me encanta suavemente, pertenezco
al fado, pertenezco al fado, soy una fadista”.
En la actualidad, con todo y que el lanzamiento en los Estados Unidos de Guarda-me a
vida na mao así como una presentación confirmada en el Carnegie Hall para el próximo
12 de marzo pregonan su éxito internacional, Ana Moura todavía se acuerda de cómo y
en dónde empezó todo, así como de la importancia de mantener esos nexos vitales vivos.
“Antes”, medita ella, “me dedicaba a cantar fado en la casa todo el día. Ahora, con mis
viajes y conciertos, me es imposible. Pero, cuando el calendario me lo permite, me gusta
regresar. Hay veces que siento que tengo que ir allá. Lo necesito”.